7 de mayo de 2017

Las marcas que no emocionen tienen un futuro de cien años de soledad


Uno de los aspectos mas apasionantes es la velocidad en que tanta gente quiere predecir lo que sucederá mañana en el mundo de las marcas. Sin embargo, de algo si podemos estar seguros: El futuro no se predice, se crea. Y dentro de la creatividad innata del ser humano, aquellas marcas que sepan conectar emocionalmente con sus audiencias habrán comenzado la construcción de un futuro esperanzador.
El inventor estadounidense Lewis Latimer afirmaba en el siglo XIX que “creamos nuestro futuro mejorando las oportunidades presentes: por pocas y pequeñas que sean esas mejoras.”
El desarrollo paso a paso, peldaño a peldaño, ladrillo a ladrillo, es lo que eleva las oportunidades a diario. La marca es una construcción que se da minuto a minuto, hora a hora, día a día.
Es tan profundo el cambio que estamos atravesando que recuperar la visión de futuro se alinea con el comienzo de la realización en el hoy. Los planes, grandes o pequeños, son solamente buenas intenciones a menos que degeneren rápidamente en algo tangible.
Es importante no caer en una falsa realidad. Muchas empresas están empezando a concienciarse de la importancia estratégica que las marcas tienen para ellas, y más aún en el acercamiento emocional y los beneficios que ellas pueden proporcionar.

Mejor tarde que nunca. Mejor ahora que mañana.
Una marca que llega a la mente del consumidor consigue un comportamiento, una marca que llega al corazón consigue un compromiso. Esto último, en estas épocas de poca fidelidad, y de hiper información se transforma invariablemente en un factor, clave, decisivo, determinante; y sobretodo rentable.
“Lo obvio suele pasar desapercibido, precisamente por obvio”, aseguraba Lacan. Que de Branding sabía poco pero de la psicología humana, bastante más. Tal vez por obvio las marcas han tardado en interiorizar que para un cliente no es lo mismo conocer una marca que sentir una marca.

Juntos
La emoción compartida es un recuerdo que permanece.
A los consumidores les llegan frases como “más grande”, “más barato”, “más cantidad” o “más fuerte”; pero ellos necesitan conectarse con las emociones. Todo nuestro mundo se percibe a través de los sentidos, de las emociones. Entonces re-orientar el contenido, el tono, la forma, el sentir, es primordial.
A través del profundo conocimiento de las capacidades, valores, promesas y recursos de nuestras marcas, podremos empatarlas con la sensibilidad y emoción de nuestros consumidores, creando un tipo de relación poderosa y perdurable.
Las empresas poseen mucha información, pero en muchos casos poco conocimiento de sus audiencias. Las personas no son data, son emoción. Buscar la simbiosis entre ambas y podrá mejorar notablemente la relación.
Muchos se preguntan, ¿cómo es que las marcas dejaron de ser un nombre comercial más un logotipo y se trasformaron en un tesoro que es propiedad de los consumidores? ¿Cómo se valoran las marcas en la actualidad? ¿Por qué la mayoría de marcas exitosas en la actualidad, son marcas jóvenes nacidas o desarrolladas a partir de Internet o que han sabido reinventarse o adaptarse con los años?
¿Cual es la conexión entre la marca y las emociones? Hoy las marcas, están vivas, forman parte de nuestra cotidianidad, más allá de si pertenecen a una mega corporación o al barrio donde vivimos. Una gran marca no puede cambiar el mundo pero sí puede ser eficaz a la hora de descifrar la conducta del ser humano y de proponer respuestas ante los desafíos que se encuentra.
Las marcas nos necesitan casi tanto más que lo que las necesitamos nosotros a ellas. Por tanto, los productos y servicios más exitosos serán aquellos que tengan significado y riqueza experiencial para el estilo de vida del consumidor. “El inconsciente, aseguraba Lacan, está estructurado como un lenguaje” y el ser humano reacciona a los estímulos a través de dicho lenguaje.

No se puede cambiar.
El miedo al cambio es la única enfermedad de la que la mayoría de marcas ya no esperan curarse. ¿O si?
Sólo un selecto grupo de marcas son responsables de los cambios. El mayor triunfo de un buen número de estas marcas es haber acortado la distancia con el futuro. La mayoría de ellas genera emociones, y los cliente las retroalimentan. La relación marca cliente se desarrolla en forma de un mosaico antropológico, psicológico, neurológico y sociológico donde la conexión, en todos los sentidos, prima.
No hay que tener miedo de estar en sectores poco “atractivos” como los seguros, o la banca, todos tienen una historia atractiva que compartir. Nunca subestime el vínculo emocional del consumidor con sus productos, por más fríos y racionales que estos parezcan. 
La creación de vínculos emocionales puede realizarse sin celebridades de la televisión o de Twitter, sin futbolistas ni modelos famosas que arrasan en Facebook o en Instagram. Ni siquiera es necesario que sea un producto de moda. El único requisito es un profundo conocimiento del consumidor.
El buen Branding hace visible la estrategia de negocio. Para hacerlo de manera convincente, pertinente y medible es necesario, sobretodo, la generación de lealtad a la marca.
Hay costos de oportunidad para aquellos que no reconocen y aprovechan la comunicación. Todo comunica. Todos los miembros y todos los productos de una empresa lo hacen: desde la música de la centra telefónica, los sitios web, el material para embalaje, las redes sociales, el transporte, la fabricación y los puntos de venta son herramientas de comunicación posibles, sin embargo, muchos no se tienen en cuenta como tal.
El gran valor de los beneficios emocionales es que provocan un sentimiento de profundidad y satisfacción debido a la relación marca-consumidor en estrecha identificación. Kevin Roberts escribió: “El idealismo del amor es el nuevo realismo de los negocios.”
Invertir en la marca para comunicarla con acierto es la mejor forma de asegurarle una posición distintiva, una ligadura emocional con sus consumidores y una gran fortaleza en su personalidad.
Cierto es que proponer consumir experiencias, no cosas, se consolida.
Es hora de mejorar el presente. “El deseo nunca se satisface del todo”, aseguraba Lacan, pero acercarse a él ya es un buen comienzo. Nada debería ser tan común, para las marcas del siglo XXI, como el deseo de ser sobresalientes en emocionar. Emocionar es un instrumento clave del conocimiento y sobretodo del disfrute de una nueva realidad. Una realidad de emociones que dure, al menos, otros 100 años.
Fuente: AndyStalman.com